domingo, 9 de septiembre de 2012

¿Qué es un Salmista? (Tercera Parte)

¿Qué es un Salmista?  
Cinco Niveles en la Vida del Salmista
Según el Salmo 1, el salmista es comparado con “un árbol plantado junto a las corrientes de agua y que da su fruto a su tiempo”, ¿lo recuerda? Es como si en el Jardín del Señor hubiera una especie de árbol llamado: “Salmista”. Sí, así se llama. No es un árbol de manzano o de eucalipto, es: “Salmista”. Un árbol cuyo fruto principal es alabanza y adoración. Bueno, como todo árbol tiene raíces el salmista no es la excepción. Por eso, permítame compartir con usted cinco niveles de profundidad que las raíces del salmista deben tener. Sepa que a mayor profundidad mayor firmeza del árbol y calidad en el fruto, y a menor profundidad carácter inestable y un fruto distinto al del Espíritu. Por lo tanto, en su vida como cantante, músico o compositor, por favor: ¡busque profundidad!
Un Salmista Lee la Palabra
El salmo 1 dice que un salmista se “deleita” en la ley del Señor, y claro, para que eso suceda éste primero debe tener el hábito de leerla. Uno no se deleita en algo que no conoce. Es por eso que la lectura diaria de las Escrituras es esencial en la vida del salmista. Alguien pensará: “¡Oye! Pero, ¿no crees que eso que acabas de mencionar es demasiado básico como para compartirlo aquí?” Probablemente. Pero para aquellos que escriben canciones y no tienen el hábito de leer (¡todos los días!) la Escritura, por más básico que parezca debo de decirlo.
Francamente es inconcebible que alguien que se dice ser cristiano no tenga comunión con la Palabra. ¡Mucho más si dice llamarse: Salmista! Ya que su sólo autonombramiento implica un llamado al ministerio. Quien no tiene la disciplina de leer las Escrituras no tiene la más mínima noción de lo que implica ser cristiano y mucho menos, ser salmista.
El salmista, en su nivel más superficial, lee las Escrituras. Él asigna un tiempo de su agenda diaria para dicho fin. Fíjese, dije: “asigna”, pues el momento del día para leer la Palabra se busca, no aparece. Si espera que aparezca, nunca va a aparecer. Apartar un tiempo para la lectura bíblica es un acto deliberado, no es cuestión del azar.
Por favor, no pretenda querer ser un salmista si dispone de una hora al día para leer el periódico o revisar su bandeja de entrada, pero no 10 minutos para leer la Biblia. No espere convertirse en un compositor conforme al corazón de Dios si dispone de dos horas para ver una película en la tele o en el cine, pero no 10 minutos para sentarse a los pies de la Escritura. Vamos, examine sus prioridades, aparte un tiempo en su agenda y vuelva a poner la Biblia en el lugar que se merece, ya que la lectura de la Palabra es el nivel más básico en la vida de un salmista.
Un Salmista Estudia la Palabra
No es suficiente quedarse en el nivel de ´leer´, hay que ir más profundo. La disposición de leer debe ser simplemente el comienzo de su arraigamiento a la Palabra. Por eso, ahora que se ha propuesto tomar en serio la Escritura avance al nivel de ´estudiarla´. O sea, no leer por leer, sino leer con el entendimiento. Hay un versículo en el libro de Nehemías que dice: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (Nehemías 8:8). Esa es la forma correcta de estudiar las Escrituras, no leerla de pasadita ni por cumplir. Hacer eso no le sirve a nadie, ni siquiera a usted mismo. Es cuestión de leer con deseos de aprender.
Yo en lo personal recomiendo estudiar por lo menos un capítulo diario de la Biblia y máximo tres. No unos cuantos versículos, por lo menos un capítulo diario, sino más. Pero al hacerlo, uno debe saber que esto no es cuestión de leer y ya. Hay que leer y releer hasta sacar una lección práctica para la vida diaria derivada del texto. Eso es estudiarla. Dejar que ella nos hable y nos enseñe el camino por el cual debemos andar.
Mire, algo que a mí en lo personal me ayuda a disfrutar del estudio de la Palabra es que antes de sentarme a leerla dedico un tiempo para orar y tener comunión con el Señor. Sí, por lo menos 20 minutos. Algunos pueden orar más, pero yo le animo a que tenga ese tiempo de comunión antes de sentarse a estudiar la Biblia. Sí puede orar más, mejor, pero 20 minutos es un buen comienzo para aquellos que se les dificulta este hábito. Ahora, cuando ore, no se presente delante de Dios con una lista de supermercado. No, mejor acérquese a él para amarlo y adorarlo, no para pedir, sino para disfrutar de su presencia y adorarlo profundamente.
Luego, cuando haya finalizado su tiempo de comunión con Dios, entonces siéntese a estudiar las Escrituras. En mi experiencia personal, no es lo mismo estudiar la Palabra habiendo orado, que estudiarla sin orar. La Escritura es un libro espiritual. Por lo tanto, la oración y la comunión abren el entendimiento espiritual para comprender de mejor manera todo lo que se lee. ¿Qué va a suceder cuando se siente a leer la Palabra luego de haber orado? ¡Dios le va a hablar! Debido a que su espíritu fue sensibilizado a través de la oración y del toque del Espíritu Santo, será más fácil para el Señor hablarle por medio de su Palabra. Cuando comprenda que la oración debe preceder el estudio de las Escrituras, entonces los textos bíblicos cobrarán vida delante de sus ojos. Usted podrá haber leído Juan 3:16 un millón de veces, pero cuando ore y luego se acerque a la Palabra usted leerá maravillado: “¡¡¡Porque de tal manera amó Dios al mundooo…!!!” y sentirá el amor de Dios inundando su corazón. Sí, este tipo de cosas suceden cuando uno comprende que la oración debe anteceder al estudio.
Un Salmista Medita en la Palabra
Ahora que avanzó del simple nivel de leer al de estudiar podrá profundizar más y dirigirse al nivel de ´meditar´. Como dije antes, luego de que haya invertido un tiempo significativo de oración verá cómo en muchas ocasiones encontrará versículos de la Palabra que hablarán de forma natural a su corazón. Es allí donde se cumplirá en usted la Escritura que dice: “La palabra de Dios viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos” (Hebreos 4:12). Literalmente ella lo traspasará y lo estimulará a ser una mejor persona. Sus ojos serán abiertos y lo que antes no entendía lo entenderá y exclamará: “¡Caramba! ¡Cuántas veces he leído este pasaje y no lo había comprendido como hoy!”. Muchos teólogos le llaman a esto “Iluminación”. A mí me gusta llamarle “Revelación”; sin embargo, llámese como se llame, esa revelación iluminará su entendimiento y ministrará su vida de forma más personal.
Entonces, ahora que usted ha estudiado y Dios le ha hablado en su Palabra, ¿qué debe de hacer? Avanzar al siguiente nivel: ´Meditar´. ¿Recuerda lo que dice el Salmo 1? Dice: “Y en su ley medita de día y de noche”. ¿Cómo se medita en la Palabra? Tan simple como decir que se logra pensando en ella durante el día. Es decir, no es cuestión sólo leer y estudiar en un momento dado, sino que hay que continuar reflexionando (´meditando´) en lo que leyó y estudió mientras estuvo sentado, pero ahora durante el transcurso del día. Eso es lo que significa la expresión “meditar de día y de noche”.
Un salmista se acerca a la Escritura para conocer los pensamientos de Dios y al levantase de su asiento para realizar sus actividades diarias sigue meditando en lo que estuvo leyendo mientras estuvo ante la Palabra. Un salmista usa su mente para pensar en esos pasajes cuando va en el autobús, está en una sala de espera, camina por la calle o espera que lo atiendan en el supermercado. Un verdadero estudioso de la Palabra no deja su mente vacía. Siempre la ocupa para meditar en algo. ¡Y qué mejor que la Escritura para hacerlo! El salmista no se conforma con sólo haber leído y estudiado. No, él medita “de día y de noche” ya que ella es su delicia.
Un Salmista Memoriza la Palabra
“¡Oh-oh!” exclamará alguien, “¡creo que aquí reprobamos todos! ¿Verdad?” Bueno, puede ser. Pero si usted quiere convertirse verdaderamente en un salmista del Señor debe de ir más allá de la lectura, el estudio y la meditación de la Escritura, debe poner como prioridad en su vida la memorización de la misma.
La memorización de las Escrituras permitirá que todo cuanto el Señor le haya ministrado directamente a usted quede sellado para siempre en su corazón. De esta forma nunca lo olvidará y le será más fácil ponerla por obra. Como usted sabe, es de lamentar que la memorización de la Palabra es una asignatura pendiente en muchos músicos, cantantes y compositores. Se saben de memoria cientos de canciones y de complejos círculos armónicos, pero lastimosamente no son capaces de memorizar si quiera Juan 3:16. ¡Sí, hablo en serio! Es una vergüenza encontrar a ministros el Señor que ni siquiera se saben de memoria los versículos básicos de evangelismo. Ellos conocen los detalles más ínfimos de la vida de sus cantantes y músicos favoritos, conocen a profundidad los aspectos más complejos de la producción musical e inclusive, conocen todo lo relacionado al último instrumento musical de vanguardia que salió al mercado; sin embargo, no conocen de memoria las Escrituras. ¡Qué lamentable!
Según he leído uno de los requisitos para que un niño judío celebre a los 12 años su ´barnitzba´ es haber memorizado la Torá por completo y haberla recitado ante un rabino. Sí, un niño judío no puede celebrar su tan anhelado paso de la niñez a la adolescencia sino a memorizado los cinco primeros libros del Antiguo Testamento y un rabino ha dado fe de ello. Hace unos meses supe de un concurso en un país musulmán donde darían un primer premio de $5,000 al niño menor de 12 años que recitara de memoria el Corán. Al segundo lugar le darían $3,000 y al tercero $1,000. ¡Impresionante! ¿No le parece? Principalmente si nos ponemos a pensar que el Corán es más o menos del tamaño del Nuevo Testamento. Cuando pienso en los niños judíos y musulmanes, me pregunto: ¿Y nosotros los cristianos cuándo tendremos esa misma consagración a la Escritura?
Un buen lugar para comenzar a memorizar la Palabra son esos pasajes y textos de los que ya hablamos, esos que el Señor le ministró durante sus tiempos privados de comunión con la Escritura. Sí, ese es un buen comienzo. Todo texto que el Espíritu Santo haya usado para hablarle, memorícelo. ¡Con su respectiva cita! Si usted ha cumplido su tarea de meditar en dichos pasajes no debería resultarle difícil avanzar al nivel de memorización ya que dichos textos ahora significan mucho para usted y por ende, puede esculpirlos en su mente con mucha mayor facilidad.
Si usted solo lee, estudia y medita en la Palabra, seguramente con el paso de los meses olvidará. Pero si toma la decisión de memorizar eso no sucederá y mejor aún, le será más fácil obedecer al Señor en todo aquello que él le haya hablado. En muchos sentidos, su vida cristiana será una vida más sólida y más firme, verdaderamente se irá convirtiendo en “un árbol plantado junto a las corrientes de agua”.
Un Salmista Vive la Palabra
Creo que el beneficio más importante de avanzar por los cinco niveles del salmista, es que hacerlo transformará su vida para siempre. Sí, el hecho de que se haya arraigado a las Escrituras provocará que poco a poco la Palabra sea una con usted y usted uno con la Palabra. Como “árbol plantado junto a las corrientes de agua” usted habrá profundizado sus raíces hasta el nivel esperado y en dicho nivel podrá tener la certeza que absorberá todos los nutrientes que como árbol necesita para alimentarse, dar fruto y mantener su verdor. En este sentido, ya que usted se ha habituado a nutrirse de la Palabra a través de la lectura, el estudio, la meditación y la memorización no le será difícil vivirla y obedecerla. ¿Por qué? Porque el fruto brotará de forma natural y se verá reflejado en su carácter.
Mire, yo no conozco, y creo que usted tampoco, a un árbol que se esfuerce por producir fruto, ¿o sí? No, claro que no. Usted nunca ve a un árbol tenso y bajo estrés, “sudando la gota gorda” decimos en mi país, para poder dar fruto. No, la única responsabilidad de un árbol es estar plantado y profundizar sus raíces lo suficiente como para absorber del suelo los mejores nutrientes. Bueno, lo mismo debe hacer usted, cultive el hábito de profundizar en la Palabra, según los pasos que ya mencioné, y más pronto que tarde verá que su vida cambiará y su carácter será transformado. Es entonces, cuando lo haga, que “dará su fruto a su tiempo y su hoja no caerá y todo lo que haga prosperará”.
¿Le gustaría ser un salmista con un fruto como el descrito en el Salmo 1? ¿Quisiera tener un ministerio como cantante y compositor fructífero? Bueno, el camino está trazado. Todo es cuestión de arraigar nuestras vidas al suelo de la Palabra y dejar que nuestras raíces absorban los nutrientes de la Escritura y de esta forma convertirnos verdaderamente en: Salmistas.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario