¿Qué es un Salmista? (Tercera Parte)
Cinco Niveles en la Vida del Salmista
Según el Salmo 1, el salmista es comparado con “un árbol plantado
junto a las corrientes de agua y que da su fruto a su tiempo”, ¿lo
recuerda? Es como si en el Jardín del Señor hubiera una especie de árbol
llamado: “Salmista”. Sí, así se llama. No es un árbol de manzano o de
eucalipto, es: “Salmista”. Un árbol cuyo fruto principal es alabanza y
adoración. Bueno, como todo árbol tiene raíces el salmista no es la
excepción. Por eso, permítame compartir con usted cinco niveles de
profundidad que las raíces del salmista deben tener. Sepa que a mayor
profundidad mayor firmeza del árbol y calidad en el fruto, y a menor
profundidad carácter inestable y un fruto distinto al del Espíritu. Por
lo tanto, en su vida como cantante, músico o compositor, por favor:
¡busque profundidad!
Un Salmista Lee la Palabra
El salmo 1 dice que un salmista se “deleita” en la ley del Señor, y
claro, para que eso suceda éste primero debe tener el hábito de leerla.
Uno no se deleita en algo que no conoce. Es por eso que la lectura
diaria de las Escrituras es esencial en la vida del salmista. Alguien
pensará: “¡Oye! Pero, ¿no crees que eso que acabas de mencionar es
demasiado básico como para compartirlo aquí?” Probablemente. Pero para
aquellos que escriben canciones y no tienen el hábito de leer (¡todos
los días!) la Escritura, por más básico que parezca debo de decirlo.
Francamente es inconcebible que alguien que se dice ser cristiano no
tenga comunión con la Palabra. ¡Mucho más si dice llamarse: Salmista! Ya
que su sólo autonombramiento implica un llamado al ministerio. Quien no
tiene la disciplina de leer las Escrituras no tiene la más mínima
noción de lo que implica ser cristiano y mucho menos, ser salmista.
El salmista, en su nivel más superficial, lee las Escrituras. Él
asigna un tiempo de su agenda diaria para dicho fin. Fíjese, dije:
“asigna”, pues el momento del día para leer la Palabra se busca, no
aparece. Si espera que aparezca, nunca va a aparecer. Apartar un tiempo
para la lectura bíblica es un acto deliberado, no es cuestión del azar.
Por favor, no pretenda querer ser un salmista si dispone de una hora
al día para leer el periódico o revisar su bandeja de entrada, pero no
10 minutos para leer la Biblia. No espere convertirse en un compositor
conforme al corazón de Dios si dispone de dos horas para ver una
película en la tele o en el cine, pero no 10 minutos para sentarse a los
pies de la Escritura. Vamos, examine sus prioridades, aparte un tiempo
en su agenda y vuelva a poner la Biblia en el lugar que se merece, ya
que la lectura de la Palabra es el nivel más básico en la vida de un
salmista.
Un Salmista Estudia la Palabra
No es suficiente quedarse en el nivel de ´leer´, hay que ir más
profundo. La disposición de leer debe ser simplemente el comienzo de su
arraigamiento a la Palabra. Por eso, ahora que se ha propuesto tomar en
serio la Escritura avance al nivel de ´estudiarla´. O sea, no leer por
leer, sino leer con el entendimiento. Hay un versículo en el libro de
Nehemías que dice: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y
ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (Nehemías 8:8).
Esa es la forma correcta de estudiar las Escrituras, no leerla de
pasadita ni por cumplir. Hacer eso no le sirve a nadie, ni siquiera a
usted mismo. Es cuestión de leer con deseos de aprender.
Yo en lo personal recomiendo estudiar por lo menos un capítulo diario
de la Biblia y máximo tres. No unos cuantos versículos, por lo menos un
capítulo diario, sino más. Pero al hacerlo, uno debe saber que esto no
es cuestión de leer y ya. Hay que leer y releer hasta sacar una lección
práctica para la vida diaria derivada del texto. Eso es estudiarla.
Dejar que ella nos hable y nos enseñe el camino por el cual debemos
andar.
Mire, algo que a mí en lo personal me ayuda a disfrutar del estudio
de la Palabra es que antes de sentarme a leerla dedico un tiempo para
orar y tener comunión con el Señor. Sí, por lo menos 20 minutos. Algunos
pueden orar más, pero yo le animo a que tenga ese tiempo de comunión
antes de sentarse a estudiar la Biblia. Sí puede orar más, mejor, pero
20 minutos es un buen comienzo para aquellos que se les dificulta este
hábito. Ahora, cuando ore, no se presente delante de Dios con una lista
de supermercado. No, mejor acérquese a él para amarlo y adorarlo, no
para pedir, sino para disfrutar de su presencia y adorarlo
profundamente.
Luego, cuando haya finalizado su tiempo de comunión con Dios,
entonces siéntese a estudiar las Escrituras. En mi experiencia personal,
no es lo mismo estudiar la Palabra habiendo orado, que estudiarla sin
orar. La Escritura es un libro espiritual. Por lo tanto, la oración y la
comunión abren el entendimiento espiritual para comprender de mejor
manera todo lo que se lee. ¿Qué va a suceder cuando se siente a leer la
Palabra luego de haber orado? ¡Dios le va a hablar! Debido a que su
espíritu fue sensibilizado a través de la oración y del toque del
Espíritu Santo, será más fácil para el Señor hablarle por medio de su
Palabra. Cuando comprenda que la oración debe preceder el estudio de las
Escrituras, entonces los textos bíblicos cobrarán vida delante de sus
ojos. Usted podrá haber leído Juan 3:16 un millón de veces, pero cuando
ore y luego se acerque a la Palabra usted leerá maravillado: “¡¡¡Porque
de tal manera amó Dios al mundooo…!!!” y sentirá el amor de Dios
inundando su corazón. Sí, este tipo de cosas suceden cuando uno
comprende que la oración debe anteceder al estudio.
Un Salmista Medita en la Palabra
Ahora que avanzó del simple nivel de leer al de estudiar podrá
profundizar más y dirigirse al nivel de ´meditar´. Como dije antes,
luego de que haya invertido un tiempo significativo de oración verá cómo
en muchas ocasiones encontrará versículos de la Palabra que hablarán de
forma natural a su corazón. Es allí donde se cumplirá en usted la
Escritura que dice: “La palabra de Dios viva y eficaz y más cortante que
toda espada de dos filos” (Hebreos 4:12). Literalmente ella lo
traspasará y lo estimulará a ser una mejor persona. Sus ojos serán
abiertos y lo que antes no entendía lo entenderá y exclamará: “¡Caramba!
¡Cuántas veces he leído este pasaje y no lo había comprendido como
hoy!”. Muchos teólogos le llaman a esto “Iluminación”. A mí me gusta
llamarle “Revelación”; sin embargo, llámese como se llame, esa
revelación iluminará su entendimiento y ministrará su vida de forma más
personal.
Entonces, ahora que usted ha estudiado y Dios le ha hablado en su
Palabra, ¿qué debe de hacer? Avanzar al siguiente nivel: ´Meditar´.
¿Recuerda lo que dice el Salmo 1? Dice: “Y en su ley medita de día y de
noche”. ¿Cómo se medita en la Palabra? Tan simple como decir que se
logra pensando en ella durante el día. Es decir, no es cuestión sólo
leer y estudiar en un momento dado, sino que hay que continuar
reflexionando (´meditando´) en lo que leyó y estudió mientras estuvo
sentado, pero ahora durante el transcurso del día. Eso es lo que
significa la expresión “meditar de día y de noche”.
Un salmista se acerca a la Escritura para conocer los pensamientos de
Dios y al levantase de su asiento para realizar sus actividades diarias
sigue meditando en lo que estuvo leyendo mientras estuvo ante la
Palabra. Un salmista usa su mente para pensar en esos pasajes cuando va
en el autobús, está en una sala de espera, camina por la calle o espera
que lo atiendan en el supermercado. Un verdadero estudioso de la Palabra
no deja su mente vacía. Siempre la ocupa para meditar en algo. ¡Y qué
mejor que la Escritura para hacerlo! El salmista no se conforma con sólo
haber leído y estudiado. No, él medita “de día y de noche” ya que ella
es su delicia.
Un Salmista Memoriza la Palabra
“¡Oh-oh!” exclamará alguien, “¡creo que aquí reprobamos todos!
¿Verdad?” Bueno, puede ser. Pero si usted quiere convertirse
verdaderamente en un salmista del Señor debe de ir más allá de la
lectura, el estudio y la meditación de la Escritura, debe poner como
prioridad en su vida la memorización de la misma.
La memorización de las Escrituras permitirá que todo cuanto el Señor
le haya ministrado directamente a usted quede sellado para siempre en su
corazón. De esta forma nunca lo olvidará y le será más fácil ponerla
por obra. Como usted sabe, es de lamentar que la memorización de la
Palabra es una asignatura pendiente en muchos músicos, cantantes y
compositores. Se saben de memoria cientos de canciones y de complejos
círculos armónicos, pero lastimosamente no son capaces de memorizar si
quiera Juan 3:16. ¡Sí, hablo en serio! Es una vergüenza encontrar a
ministros el Señor que ni siquiera se saben de memoria los versículos
básicos de evangelismo. Ellos conocen los detalles más ínfimos de la
vida de sus cantantes y músicos favoritos, conocen a profundidad los
aspectos más complejos de la producción musical e inclusive, conocen
todo lo relacionado al último instrumento musical de vanguardia que
salió al mercado; sin embargo, no conocen de memoria las Escrituras.
¡Qué lamentable!
Según he leído uno de los requisitos para que un niño judío celebre a
los 12 años su ´barnitzba´ es haber memorizado la Torá por completo y
haberla recitado ante un rabino. Sí, un niño judío no puede celebrar su
tan anhelado paso de la niñez a la adolescencia sino a memorizado los
cinco primeros libros del Antiguo Testamento y un rabino ha dado fe de
ello. Hace unos meses supe de un concurso en un país musulmán donde
darían un primer premio de $5,000 al niño menor de 12 años que recitara
de memoria el Corán. Al segundo lugar le darían $3,000 y al tercero
$1,000. ¡Impresionante! ¿No le parece? Principalmente si nos ponemos a
pensar que el Corán es más o menos del tamaño del Nuevo Testamento.
Cuando pienso en los niños judíos y musulmanes, me pregunto: ¿Y nosotros
los cristianos cuándo tendremos esa misma consagración a la Escritura?
Un buen lugar para comenzar a memorizar la Palabra son esos pasajes y
textos de los que ya hablamos, esos que el Señor le ministró durante
sus tiempos privados de comunión con la Escritura. Sí, ese es un buen
comienzo. Todo texto que el Espíritu Santo haya usado para hablarle,
memorícelo. ¡Con su respectiva cita! Si usted ha cumplido su tarea de
meditar en dichos pasajes no debería resultarle difícil avanzar al nivel
de memorización ya que dichos textos ahora significan mucho para usted y
por ende, puede esculpirlos en su mente con mucha mayor facilidad.
Si usted solo lee, estudia y medita en la Palabra, seguramente con el
paso de los meses olvidará. Pero si toma la decisión de memorizar eso
no sucederá y mejor aún, le será más fácil obedecer al Señor en todo
aquello que él le haya hablado. En muchos sentidos, su vida cristiana
será una vida más sólida y más firme, verdaderamente se irá convirtiendo
en “un árbol plantado junto a las corrientes de agua”.
Un Salmista Vive la Palabra
Creo que el beneficio más importante de avanzar por los cinco niveles
del salmista, es que hacerlo transformará su vida para siempre. Sí, el
hecho de que se haya arraigado a las Escrituras provocará que poco a
poco la Palabra sea una con usted y usted uno con la Palabra. Como
“árbol plantado junto a las corrientes de agua” usted habrá profundizado
sus raíces hasta el nivel esperado y en dicho nivel podrá tener la
certeza que absorberá todos los nutrientes que como árbol necesita para
alimentarse, dar fruto y mantener su verdor. En este sentido, ya que
usted se ha habituado a nutrirse de la Palabra a través de la lectura,
el estudio, la meditación y la memorización no le será difícil vivirla y
obedecerla. ¿Por qué? Porque el fruto brotará de forma natural y se
verá reflejado en su carácter.
Mire, yo no conozco, y creo que usted tampoco, a un árbol que se
esfuerce por producir fruto, ¿o sí? No, claro que no. Usted nunca ve a
un árbol tenso y bajo estrés, “sudando la gota gorda” decimos en mi
país, para poder dar fruto. No, la única responsabilidad de un árbol es
estar plantado y profundizar sus raíces lo suficiente como para absorber
del suelo los mejores nutrientes. Bueno, lo mismo debe hacer usted,
cultive el hábito de profundizar en la Palabra, según los pasos que ya
mencioné, y más pronto que tarde verá que su vida cambiará y su carácter
será transformado. Es entonces, cuando lo haga, que “dará su fruto a su
tiempo y su hoja no caerá y todo lo que haga prosperará”.
¿Le gustaría ser un salmista con un fruto como el descrito en el
Salmo 1? ¿Quisiera tener un ministerio como cantante y compositor
fructífero? Bueno, el camino está trazado. Todo es cuestión de arraigar
nuestras vidas al suelo de la Palabra y dejar que nuestras raíces
absorban los nutrientes de la Escritura y de esta forma convertirnos
verdaderamente en: Salmistas.